Que Aragón es un territorio dónde se respira historia en cada rincón es algo que todo aquel que lo haya visitado lo ha percibido. Desde el mozárabe, románico de los montes pirenaicos, hasta el mudéjar de la provincia turolense, pasando por el gótico y el barroco de muchos edificios, o el modernismo que también impregno parte de nuestro territorio.
Pero allá donde colindan las comunidades autónomas de Aragón y Cataluña, allá por la Baja Ribagorza, allá por donde cruza el río Noguera Ribagorzana nos encontramos con una villa declarada Conjunto Histórico Artístico, nos referimos a la villa Medieval de Montañana.
Es allí dónde quedaríamos con Javier, guía cultural natural de Navarra pero afincado por esta zona de la Baja Ribagorza. Javier es un amante de la historia, y Licenciado en Historia del Arte, eso y su conocimiento de esta zona en concreto lo convierten en la persona ideal para explicarnos de primera mano qué es Montañana, porqué existe, y su desarrollo tanto histórico como económico a los largo de sus siglos de historia.
Comenzamos la visita junto a su puente del siglo XVI, de construcción algo posterior al medievo, pero de estética que bastante podría asemejarse a una construcción medieval. En cualquier caso no deberíamos confundir este puente con el Puente de Montañana, localidad que fuese pedanía de Montañana, y más tarde se cambiarían los papeles, y municipio que sirve de paso fronterizo con la vecina Cataluña.
El puente de un solo arco y de gran belleza, nos sirve de entrada majestuosa a la histórica villa de Montañana. Desde él, accederemos a la plaza del pueblo, desde la que cogeremos la Calle Mayor, ascendiendo hasta la Iglesia fortificada de Santa María de Baldós (siglo XII-XIII), también llamada castillo. Desde allí, aparte de contemplar los detalles del románico lombardo de gran calidad que atesora este templo, tendremos también unas vistas privilegiadas a la Ermita de San Juan (siglo XII-XIII), situada en un pequeño llano, y con un gran vínculo con los caballeros medievales… pero esto, tal vez, lo contaremos en futuros textos.
Vemos entonces que no falta ninguno de los elementos básicos de una ciudad medieval, aunque conviene recordar que muchos de sus edificios son posteriores al siglo XV. No obstante, conforme nos vamos acercando a la iglesia, vamos viajando en el tiempo, dejando atrás las casas de los siglos XVI y XVII y adentrándonos en aquellos del siglo XV o anteriores.
A lo largo de la calle Mayor pasamos por la casa museo, una casa que nos muestra los elementos típicos de labranza y ganadería de años pasados. Y un poco más adelante veremos la recreación de un hospital medieval. Sencillo, sin muchos elementos, y es que según nos explica Javier, los hospitales vienen de la palabra «hospitalidad», los que servían para dar comida y cobijo principalmente a los peregrinos, por lo que veremos mesas y sillas en la planta baja, y camas y somieres en la planta superior, todos ellos creados fidelignamente según el estilo que se utilizaba en la Edad Media.
Desde lo alto ponemos fin a nuesta visita a esta maravillosa villa medieval de Montañana, una visita que guardaremos en el recuerdo, y que repetiremos a buen seguro en numerosas ocasiones. Desde lo alto vemos también, el enclave privilegiado en el que nos encontramos, a nuestro alrededor sólamente el bosque y el bajar de las aguas por el barranco ponen algo de sonido al silencio máximo. Un ecosistema privilegiado, que como muchos otros, conviene conservar por los siglos de los siglos.
Otra peculiaridad de Montañana es que es atravesado por el sendero histórico de gran recorrido GR-1. Ese que en Aragón cruza todo el territorio de este a oeste, comenzando en Puente de Montañana y finalizando en Sos del Rey Católico trazando una ruta prepirenaica de gran valor historíco y muchísima belleza.
Y ya véis que no hemos entrado en todo el linaje histórico de los Reyes de Aragón, de sus quehaceres diarios y el cómo poco a poco fueron ganando terreno a la Taifa de Zaragoza… la historia está ahí, y es consultable en cualquier momento, pero hemos querido enfatizar en las sensaciones que produce el hecho de pasear por una villa por la que ya hace mil años pasaearon unos y otros caballeros, de esos que llegaban hasta aquí sin teléfonos móviles ni GPS’s, sino con el pesar de sus almas, sus recuerdos y sus ilusiones, y la plenitud que les ofrecía el contemplar estos paisajes que parecen hechos para la meditación.